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Cómo ser maestro del Diploma y no morir en el intento

Cómo ser maestro del Diploma y no morir en el intento

La semana pasada llegó un momento muy esperado por el Colegio Internacional Terranova: los resultados del Programa Diploma, culminación de la preparatoria y del Bachillerato Internacional. Como cada año, maestros, coordinadora y directores sostuvimos el aliento en espera de saber quiénes lo obtendrían, y respiramos tranquilos al ver los resultados de los estudiantes. 

El Programa Diploma es una carrera de resistencia para los alumnos y también para los maestros que los guiamos a lo largo del camino. La exigencia de este programa reside no sólo en los amplios conocimientos que los estudiantes deben adquirir en su última etapa de educación media, sino también el refuerzo del pensamiento crítico, un elemento clave en el que se enfoca el IB desde el Programa de la Escuela Primaria (PEP) Y el Programa de los Años Intermedios (PAI). 

Pero, ¿qué es exactamente el pensamiento crítico y por qué hablamos tanto de él en el Colegio? Bell Hooks, en su libro “Enseñar el pensamiento crítico” (Rayo Verde Editorial, 2010) lo define como: “un proceso interactivo que exige la participación tanto del profesor como de los estudiantes”. Hooks, una pensadora brillante, señala que los motores más importante del pensamiento crítico son la alegría y el anhelo de saber, ese deseo por el conocimiento que se manifiesta claramente en los niños con sus preguntas infinitas. 

Sin embargo, esta sed de conocimiento que aparece con asombro en la niñez, parece en ocasiones disminuir o detenerse en cierta etapa del crecimiento del ser humano. Esto es normal si consideramos los cambios hormonales, biológicos y sociales propios de la adolescencia, que establecen otras prioridades. Pero, señala Hooks, también se debe a un mundo que insiste en educarnos para ser obedientes, y cuestionar implica un poco de rebeldía. El Programa Diploma intenta recuperar esta pasión por el saber en el alumno, a quien considera no sólo un receptáculo de información sino, por el contrario, el detonador de su propio saber. 

Por eso, en el IB, la figura del maestro, contraria a la idea tradicional, se erige como un mediador, una guía para el alumno y no como una deidad incuestionable. Al contrario —y en esto insisto mucho en mis clases—: estamos frente al estudiante para que se cuestione todo, incluidos nosotros mismos. Esto resulta confrontativo y, a la vez, profundamente enriquecedor. Nos desafía a derribar nuestra educación jerárquica y a reconocer que los maestros no somos infalibles. Mientras enseñamos, también aprendemos. 

Ser maestro Diploma sin morir en el intento implica tener una mente abierta hacia el estudiante, a considerarlo un motor de conocimiento con un potencial enorme, con fortalezas y debilidades —como nosotros mismos— y, sobre todo, como una mirada única y profundamente válida. 

Acá nos leemos la próxima semana…

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