Recomendación cinematográfica. Flow
Recomendación cinematográfica. Flow
Al tratarse de un Colegio Internacional, en el Terranova somos sensibles al proceso de migración y todas las dificultades que sufren quienes se enfrentan a ellos.
Salman Rushdie afirma que los movimientos migratorios definieron el siglo XX, y lo mismo podríamos decir del XXI. En un mundo globalizado, donde las guerras en Medio Oriente y Europa, los conflictos en distintas regiones y el anhelo de una vida mejor empujan a millones de seres humanos a abandonar su hogar, los desplazamientos geográficos ya no sólo afectan a la Tierra en su relación con el sol. Aquellos que se ven obligados, o deciden por voluntad propia, dejar atrás su tierra natal, cambiar sus referencias, desprenderse de su “piel vieja”, cual serpientes, se han convertido en uno de los paradigmas más profundos de la historia moderna. Estos seres metamórficos, en palabras de Rushdie, representan un reflejo de la adaptabilidad humana frente a la adversidad.
Este es el trasfondo de Flow, la hermosa película dirigida por el letón Gints Zilbalodis, que se encuentra actualmente en cartelera. La historia sigue el viaje de un gato desplazado por una devastadora inundación que ha arrasado su hogar. A lo largo de su travesía, el felino debe aprender a dejarse llevar por la corriente, no solo de forma literal —el agua desempeña un papel esencial durante toda la película—, sino también de manera metafórica: su encuentro con otras especies será clave para su supervivencia.
Zilbalodis, quien ya había deslumbrado con su anterior película Away (2019), repite su exploración del tema que parece ser central en su obra: la odisea personal frente a las adversidades del camino y la fuerza de la amistad. Al igual que en su ópera prima, el director utiliza una animación espectacular y, lo que es aún más destacable, el silencio como una herramienta narrativa poderosa. En Flow, la falta de diálogos enriquece la experiencia, invitando al espectador a sumergirse de forma profunda en la historia.
La animación en Flow es tan brillante como feroz, un despliegue visual que logra capturar la esencia de cada animal, su fisiología y gestualidad, mientras se mueve por un mundo desolado y transformado por la presencia humana. Sin que veamos a los humanos en pantalla, Zilbalodis nos muestra sus huellas: vastas construcciones abandonadas, símbolos de su poder destructivo. Los animales, en su trayecto, se desplazan por estos paisajes inhóspitos, que se intercalan con bellos entornos naturales. La verdadera fuerza de la película radica en sus sutilezas visuales: cada paisaje, cada pequeño gesto, tiene una carga emocional que lleva al espectador a una reflexión más profunda.
Es crucial que los niños se enfrenten a historias como Flow. No solo los aleja de la narrativa tradicional saturada de clichés de superhéroes o princesas, sino que también fomenta su imaginación y creatividad, de la misma forma que lo hacen los buenos libros. Las películas de Zilbalodis convierten al espectador en un ser activo, que debe interpretar y llenar de significado una trama que se desarrolla de manera no convencional, sin diálogos ni efectos especiales llamativos. Esta es una experiencia que invita a la reflexión, que reaviva nuestra capacidad de empatía y nos recuerda la importancia de los pequeños gestos y las grandes conexiones.
Flow es, en su esencia, una alegoría sobre el poder de la amistad. Pero también es una poderosa metáfora de la belleza que se encuentra en la diferencia, en el encuentro entre seres diversos. El reflejo no solo pertenece al individuo, sino a la colectividad. Solo al mirarnos a través del otro podemos encontrar nuestra humanidad compartida.
No dejen pasar la oportunidad de ver esta obra maestra. No se la pierdan.